DEBIDO A TI, LOS DIOSES VOLVERAN...
miércoles, 18 de marzo de 2015
El templo dedicado al Dios Sin, En Harran, entre cuyas ruinas sobrevivieron al paso de los milenios los testimonios escritos de los milagrosos acontecimientos concernientes a Nannar/Sin, testimonios que no tenían nada de habladurías; estaba compuesto por informes de testigos presenciales.
No fueron testigos anónimos, sino una mujer llamada Adda-Guppi y su hijoNabuna'id.
Ella era la suma sacerdotisa del gran templo de Sin, un santuario sagrado y reverenciado desde milenios antes de su tiempo; y su hijo era el último rey (Nabonides) del más poderoso imperio de la Tierra en aquellos días, Babilonia. La suma sacerdotisa y su hijo el rey registraron los acontecimientos en unas estelas, en unas columnas de piedra inscritas con escritura cuneiforme y acompañadas con representaciones gráficas.
Cuatro de ellas las han encontrado los arqueólogos durante el siglo XX, y se cree que las estelas las emplazaron el rey y su madre en cada una de las esquinas del famoso templo del Dios Luna en Harran, el E.HUL.HUL («Templo de la Doble Alegría»). Dos de las estelas llevan el testimonio de la madre, las otras dos registran las palabras del rey. En las estelas de Adda-Guppi, la suma sacerdotisa del templo, se habla de la partida y el ascenso al cielo del Dios Sin; y en las inscripciones del rey, Nabuna'id, se cuenta el milagroso y singular regreso del Dios.
Con un evidente sentido de la historia y a la manera de una consumada funcionaria, Adda-Guppi proporcionó en sus estelas datos precisos sobre los sorprendentes sucesos; las fechas, vinculadas como era costumbre entonces a los años de reinado de reyes conocidos, han podido ser (y han sido) verificadas por los expertos modernos. En la estela mejor conservada, catalogada por los expertos como H1B, Adda-Guppi comenzaba así su testimonio escrito (en lengua acadia):
Yo soy la dama Adda-Guppi,madre de Nabuna'id, rey de Babilonia,devota de los Dioses Sin, Ningal, Nuskuy Sadarnunna, mis deidades,ante cuya divinidad he sido piadosaya desde mi infancia.
Adda-Guppi dice que nació en el vigésimo año de Assurbanipal, rey de Asiria (a mediados del siglo VII a.C).
Aunque, en sus inscripciones, Adda-Guppi no especifica su genealogía, otras fuentes sugieren que provenía de un distinguido linaje. Vivió, según su inscripción, a lo largo de los reinados de varios reyes asirios y babilonios, alcanzando la madura edad de noventa y cinco años cuando los milagrosos eventos tuvieron lugar. Los expertos han descubierto que su listado de reinados está de acuerdo con los anales asirios y babilonios.
He aquí, pues, el registro del primer suceso remarcable, en las propias palabras de Adda-Guppi:
Fue en el decimosexto año de Nabopolasar,rey de Babilonia, cuando Sin, señor de Dioses,se enfureció con su ciudad y su templo y subió al cielo;y la ciudad, y el pueblo con ella,fue a la ruina.
El año lleva información en sí, pues los acontecimientos (conocidos por otras fuentes) que tuvieron lugar en aquel tiempo, corroboran lo que Adda-Guppi registró. Pues fue en el año 610 a.C. cuando el derrotado ejército asirio se retiró a Harran para su última resistencia. Lo que la suma sacerdotisa afirma es que, tras la partida de Sin, «la ciudad, y el pueblo con ella, fue a la ruina».
Algunos expertos prefieren traducir la palabra de la inscripción como «desolación», pensando que describe mejor lo que le sucedió a la otrora floreciente metrópolis, una ciudad a la cual el profeta Ezequiel (27,23) puso entre los grandes centros del comercio internacional, especializada, «en todo tipo de cosas, en vestidos azules y bordados, en cofres de ricos aparejos, ensamblados con cordones y hechos de cedro».
Aunque todos huyeron, Adda-Guppi se quedó. «A diario, sin cesar, día y noche, durante meses, durante años», estuvo yendo a los santuarios abandonados. Llorando, abandonó los vestidos de lana fina, se quitó las joyas, dejó de llevar plata y oro, renunció a perfumes y óleos de dulces aromas.
Como un fantasma, deambulando por los vacíos santuarios, «yo iba vestida con ropas desgarradas, iba y venía sin hacer ruido», escribió.
Después, en el abandonado recinto sagrado, descubrió una túnica que había pertenecido a Sin.
Para la descorazonada suma sacerdotisa, el hallazgo le pareció un augurio del Dios; fue como si, de repente, él le hubiera dado una presencia física de sí mismo. No podía quitar los ojos del sagrado atuendo, sin atreverse siquiera a tocarlo, salvo «sosteniéndolo por la orla». Como si el mismo Dios estuviera allí para escucharla, Adda-Guppi se postró y «en oración y humildad» pronunció la siguiente promesa: ¡Si volvieras a tu ciudad, toda la gente de Cabeza Negra adoraría tu divinidad! «La gente de Cabeza Negra» era el término que utilizaban los Sumerios para identificarse a sí mismos; y el empleo de este término por parte de la suma sacerdotisa, en Harran, era enormemente inusual. Sumer, como entidad política y religiosa, había dejado de existir casi 1.500 años antes de la época de Adda-Guppi. En la época de Adda-Guppi, Sumer no era más que un santo recuerdo; su antigua capital, Ur, un lugar de desmoronadas ruinas; su pueblo (la gente de «Cabeza Negra») se hallaba disperso por muchos países. Entonces, ¿cómo podía la suma sacerdotisa de Harran ofrecer a su Dios, Sin, devolverle su señorío en la distante Ur, y convertirlo de nuevo en Dios de todos los Sumerios, dondequiera que " estuvieran dispersos?
Era una visión veraz del Regreso de los Exiliados y de la Restauración de un Diosen su antiguo centro de culto merecedor de profecías bíblicas. Para conseguirlo, Adda-Guppi le propuso a su Dios un trato: ¡si él volviera y utilizara su autoridad y sus poderes divinos para convertir a su hijo Nabuna'id en el próximo rey imperial, reinando en Babilonia tanto sobre babilonios como sobre asirios, Nabuna'id restauraría el templo de Sin en Ur y restablecería el culto de Sin en todos los países donde hubiera gente de Cabeza Negra!
Al Dios Luna le gustó la idea.
«Sin, señor de los Dioses del Cielo y la Tierra, por mis buenas acciones me miró con una sonrisa; escuchó mis plegarias, aceptó mi promesa. La ira de su corazón se calmó; con el Ehulhul, el templo de Sin en Harran, la residencia divina en la cual su corazón se regocijaba, se reconcilió; y tuvo un cambio de corazón.»
El sonriente Dios, escribió Adda-Guppi en su inscripción, aceptó el trato:
Sin, señor de los Dioses,miró con favor mis palabras.A Nabuna'id, mi único hijo,salido de mi vientre,llamó a la realeza,la realeza de Sumer y Acad.Todos los países, desde la frontera de Egipto,desde el Mar Superior hasta el Mar Inferior,confió a sus manos.
Agradecida y abrumada, Adda-Guppi levantó sus manos y «reverentemente, implorando» dio las gracias al Dios por «pronunciar el nombre de Nabuna'id, llamándolo a la realeza».
Después, le imploró al Dios que asegurara el éxito de Nabuna'id, es decir, que persuadiera a los demás grandes Dioses para que estuvieran del lado de Nabuna'id cuando combatiera con sus enemigos, para que pudiera así cumplir la promesa de reconstruir el Ehulhul y devolverle la grandeza a Harran.
En una posdata, que se añadió a las inscripciones cuando Adda-Guppi, con 104 años, estaba en su lecho de muerte (o registrando sus palabras justo después del deceso), el texto da cuenta de que ambos lados mantuvieron su acuerdo:
«Por mí misma lo vi cumplido; [Sin] hizo honor a la palabra que me dio», haciendo que Nabuna'id se convirtiera en rey de un nuevo Sumer y Acad (en 555 a.C); y Nabuna'id mantuvo la promesa de restaurar el templo del Ehulhul en Harran, «perfeccionó su estructura».
Renovó el culto de Sin y de su esposa Ningal, «todos los ritos olvidados los hizo de nuevo». Y la divina pareja, acompañados por el emisario divino, Nusku, y su consorte (?), Sadarnunna, regresaron al Ehulhul en una procesión solemne y ceremonial. La inscripción duplicada de la estela contiene diecinueve líneas más, añadidas sin duda por el hijo de Adda-Guppi. En el noveno año de Nabuna'id (en el 546 a.C),
«Se la llevó su Hado. Nabuna'id, rey de Babilonia, su hijo, salido de su vientre, enterró su cadáver, lo envolvió en ropajes [reales] y lino blanco y puro. Adornó su cuerpo con espléndidos ornamentos de oro con engarces de hermosas piedras preciosas. Con dulces óleos ungió su cuerpo; y lo puso para su descanso en un lugar secreto».
Los funerales por la madre del rey tuvieron una amplia respuesta. «Gentes de Babilonia y Borsippa, habitantes de lejanas regiones, reyes, príncipes y gobernadores llegaron desde la frontera de Egipto en el Mar Superior hasta el Mar Inferior», desde el Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico.
Los funerales, en los que la gente se arrojaba cenizas sobre la cabeza, se lloraba y se autoinfligían cortes, duraron siete días.
Antes de que volvamos a las inscripciones de Nabuna'id y a sus relatos plagados de milagros, conviene que nos detengamos a preguntarnos cómo, si lo que anotó Adda-Guppi fue cierto, se las ingenió ésta para comunicarse con una deidad que, según sus propias declaraciones, ya no se encontraba en el templo ni en la ciudad, puesto que había ascendido al cielo.
La primera parte, la de Adda-Guppi hablándole a su Dios, es fácil: ella oraba, le dirigía sus oraciones. La oración, como forma de plantearle a la deidad los propios temores o preocupaciones, pidiéndole salud, buena fortuna o una larga vida, o buscando orientación para elegir bien entre diversas alternativas, todavía está entre nosotros. Se registran plegarias o llamamientos a los Dioses desde que se inició la escritura en Sumer.
De hecho, la plegaria como medio de comunicación con la propia deidad precedió probablemente a la palabra escrita y, según la Biblia, comenzó cuando los primeros seres humanos se convirtieron en Homo sapiens: fue cuando nació Enós(«Hombre Homo sapiens»), el nieto de Adán y Eva, «que se empezó a invocar el nombre de Dios» (Génesis 4,26).
Al tocar la orla de la túnica del Dios, postrándose, con gran humildad, Adda-Guppi le oraba a Sin. Lo hizo un día tras otro, hasta que él escuchó sus plegarias y respondió.
Y ahora viene la parte más difícil: ¿cómo respondió Sin? ¿cómo pudieron llegar sus palabras, su mensaje, a la suma sacerdotisa? La misma inscripción nos proporciona la respuesta: la respuesta del Dios le llegó a ella en un sueño.
Quizás en un sueño parecido a un trance, el Dios se le apareció: En el sueño Sin, señor de los Dioses, posó sus dos manos sobre mí. Me habló así:
«Debido a ti los Dioses volverán a habitar en Harran. Confiaré a tu hijo, Nabuna'id, las residencias divinas en Harran. Él reconstruirá el Ehulhul, perfeccionará su estructura; la hará más perfecta de lo que fue antes.»
Este modo de comunicación, dirigido desde una deidad a un humano, estaba lejos de ser inusual; de hecho, era el más empleado habitualmente.
Por todo el mundo antiguo, reyes y sacerdotes, patriarcas y profetas recibieron la palabra divina por medio de sueños. Podían ser sueños oraculares o de augurios, en los que a veces sólo escuchaban palabras, pero que
otras veces incluían visiones.
Nabuna'id también da cuenta de comunicaciones divinas recibidas por medio de los sueños. Pero sus inscripciones cuentan muchas más cosas: un acontecimiento singular y una teofanía poco común.
Sus dos estelas (a las cuales se refieren los expertos como H 2 A y H2B) están adornadas en su parte superior con una representación en la que el rey sostiene un extraño báculo y está delante de los símbolos de tres cuerpos celestes, los Dioses planetarios a los que él veneraba:
No resulta injustificada la afirmación de que éste fuera un milagro singular, pues el acontecimiento suponía tanto el regreso de una deidad como una teofanía, dos aspectos de interacción divina con humanos que, como la inscripción prudentemente califica, no era desconocido en los Días de Antiguo.
Unos quinientos años más tarde, todavía a casi mil años del regreso y la teofanía de Sin, la más grande de las teofanías registradas tuvo lugar en la península del Sinaí, durante el Éxodo israelita de Egipto. Notificada previamente y con instrucciones sobre cómo preparar el acontecimiento, los Hijos de Israel (todos ellos, 600.000) presenciaron el descenso del Señor sobre el Monte Sinaí.
La Biblia remarca que se hizo «a la vista de todo el pueblo» (Éxodo 19,11). Pero esa gran teofanía no fue un regreso. La cronología que nos ofrecen las inscripciones de Harran, verificada por los expertos en los anales asirios y babilonios, indica que Adda-Guppi nació hacia el 650 a.C; que Sin abandonó su templo en Harran en 610 a.C, y que volvió en 556 a.C.
1 comentarios:
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