domingo, 29 de abril de 2012
LA INCAPACIDAD Y LA CULPA
Hay
noticias y sucesos que producen escalofríos. Decisiones tomadas por gobiernos,
organismos y compañías que pertenecen al mundo civilizado, que tienen cierta
responsabilidad y voz dentro de lo que podemos llamar “cultura occidental” y
que a simple vista parecen cultos, inteligentes y humanos. Esas “voces”, sin
saberlo, o quizá a sabiendas, están minando con sus posiciones, veredictos y
resoluciones las leyes más básicas no sólo del sentido común, si no de lo que
llamamos moral, cultura y humanidad. Porque cuando algo que está mal triunfa,
se establece como ley y entra a formar parte de la jurisprudencia, ya existe,
ya es. Y uno a uno, los errores cometidos por todos nosotros se van sumando y
estableciendo un “modus operandi”, una forma de actuar, de pensar y de
relacionarnos que, ojalá me equivoque, puede acabar por destrozar todo aquello
por lo que el hombre ha luchado y debería seguir luchando, no el petróleo o una
economía estable, tan necesarias e indispensables, si no algo incluso más
importante, algo que nos define y separa del resto de los animales, algo que
nos eleva y nos hace especiales: la cultura y moralidad. Cultura no entendida
sólo como libros y cuadros, y la moral no entendida sólo como ser buenos con
los otros.
La compañía aérea British Airways despidió a una azafata en
el año 2006 porque llevaba una pequeña cruz colgando del cuello. El caso es que
ahora el gobierno de Inglaterra ha establecido una posición en contra de la
azafata y otras tres personas, también cristianas, que como ella han llevado su
caso ante el tribunal de Estrasburgo. En el caso de la azafata y una enfermera
del NHS, el gobierno alega que a los musulmanes se les permite llevar el velo
porque su religión les obliga pero que a los cristianos nadie les obliga a
llevar nada. Es decir que llevar una cruz es opcional para un cristiano y por
eso no nos dejan llevarla.
Esto que ha simple vista puede parecer una tontería, un
tema de segunda o tercera categoría comparado con la crisis, el hambre, las
guerras, etc., es en realidad una manifestación más de la desintegración
cultural está ocurriendo en Occidente.
Se puede decir que formamos parte de la civilización
occidental, pero ya no sé si sería correcto decir que todos los que forman parte
de ella son también parte de la cultura occidental. Desde hace unos años se
está extendiendo una corriente neo-ateísta y secular que critica y pone en
entredicho el valor del canon occidental, alegando que pertenece a una época de
aristócratas, patriarcas y teólogos que ya nada tiene que ver con nosotros. Y
lo peor es que esas personas, que en muchos casos son profesores de universidad
y que se hacen llamar a sí mismos humanistas, dejando de lado el currículo
tradicional están invitando a todos aquellos que consideran que aprender es
demasiado aburrido, a sentirse cómodos y alimentar la idea de que al sumirse en
la ignorancia están haciendo lo correcto, porque es lo mismo leer a Shakespeare
que ver televisión basura.
Esa corriente de relativismo, como muy bien explica el
filósofo y escritor Roger Scruton en su lúcido libro “Culture Counts: Faith and
Feeling in a World Besieged”, viene además unida a una censura sin precedentes
en la cultura occidental, y nos recuerda, porque parece que lo hemos olvidado,
que la nuestra ha sido una de las culturas más abiertas e integradoras de todas
las que han existido y existen. Por eso, que el gobierno Británico y British
Airways prohíban a un cristiano llevar una cruz no es un tema sin importancia,
es un reflejo de lo que está pasando. Y es que hay en el ambiente una creciente
sensación de culpa y remordimiento hacia nosotros mismos, hacia la idea de:
hombre, blanco y cristiano que parece estar afectando el sentido común. Oyes
frases como: nos merecemos lo que está pasando con el clima, nos merecemos la
crisis, hay que ver las burradas que hemos hecho en el pasado: la conquista de
América, las colonias, el esclavismo, la Inquisición, etc… Y sí, es cierto que
hemos hecho muchas cosas mal pero querer autocastigarnos por lo que nuestros
antepasados hicieron es leer la historia de forma equivocada. Ha habido miles
de batallas y muertos y miles de errores pero también miles de aciertos. No lo
olvidemos, tenemos más posibilidades y estamos mejor cuidados que nunca.
Pretender erradicar nuestro pasado, calificarlo simplemente de error es estar
ciego, es ser un fanático y un ignorante. El pasado no puede cambiarse, lo
único que podemos hacer es aprender de él. La cultura occidental, esa que
comienza en la tragedia griega y pasa por el Renacimiento y el teatro Isabelino
y el Gótico y el Impresionismo, y que engloba todas las creaciones valiosas de
los seres humanos más creativos, cultos e inteligentes de cada época, es un
tesoro que hay que conservar, un pozo del que siempre habrá que sacar porque a
pesar de que los valores cambien esa cultura lleva en su esencia lo mejor de
cada “casa”.
La pereza, la falta de tiempo, esa tendencia tan extendida
a juzgar al todo por las partes, la necesidad de crearnos una idea inmediata y
cómoda acerca de todo, y sobre todo la ineptitud para ver más allá, más adentro
y más profundo, es lo que lleva al cristiano no practicante, al ateo antes
cristiano o simplemente al relativista secular a afirmar que hay que librarse
de las religiones y del pasado definitivamente. El peligro de decisiones como
las del gobierno Británico es que dan pie a los habitantes del mundo
occidental, esos que ya no quieren pensar por sí mismos, a concluir que las
religiones son malas. Eso es otra frase que se oye mucho últimamente.
Las
religiones no son peligrosas, son los dogmas. No es la sensación única,
personal, intransferible e incomunicable con lo sagrado lo que ocasiona las
guerras si no los intereses de quienes utilizan el nombre Religión para sus
fines económicos, políticos, etc. El cura, la monja o la persona de a pie que
ha decidido dedicar su vida a Dios, o a Dios y los otros no es siempre un
pervertido, un pederasta, un fanático, un loco. Es una persona que
verdaderamente cree que hay otra forma de vivir, otra forma de relacionarse con
el mundo, que existe algo más grandioso y eterno que lo que podemos ver, y por
supuesto que hacer el bien y ayudar a los demás es una forma de dar sentido a
su vida. Si una azafata copta desea llevar colgando una pequeña cruz de su
cuello porque le da paz, le produce alegría o le recuerda que aparte de
clientes petardos y maleducados, horarios fatigosos y los cientos de problemas
que pueden aparecer en la vida, hay algo donde refugiarse, algo más hermoso en
lo que creer, ¿A quién hace daño? ¿Quién puede sentirse ofendido por ello? A
quien se sienta ofendido le preguntaría: ¿Quizá te molesta que alguien crea y
sienta algo que tu no puedes siquiera imaginar? Pues eso es una invalidez tuya.
Así de simple. Si no tienes imaginación y crees que esa persona está loca,
puede que sea porque no eres capaz de ver más allá de tus narices, y desde
luego porque no has sentido nunca eso que la señora que lleva la cruz, ha
sentido. No sirve reducirlo a miedo, a incapacidad para aceptar la realidad, o
ignorancia. Como en todo, hay gente religiosa que se mueve por esos parámetros,
pero no todo el mundo que cree en algo es ignorante. La ignorancia está en
creer que lo sabemos todo, creer que el mundo termina allí donde lo hacen
nuestros propios límites, que el escepticismo y la desconfianza deben guiarnos,
que no hay nada más que sentir y que no hay nada que el canon occidental pueda
hacer por mí, porque “yo ya lo he visto todo”… Hay mucha miga en este asunto.
Religión y Cultura van de la mano porque ambas nacen de un deseo íntimo del ser
humano por alcanzar lo inefable, por superar lo orgánico, lo necesario, lo que
pesa. Creer en “algo” y ser culto es querer ser más, es querer relacionarse con
aquello que está en las esferas de lo eterno, de lo bien hecho, de lo bello.
Quien no cree en nada es el mismo que dice que leer a Shakespeare y ver Gran
Hermano es lo mismo, porque en realidad nada importa, todo vale y total, como
nos vamos a morir y todo es una birria, para qué esforzarnos, leer, aprender,
educarnos...
Del mismo modo, aquellos que
atacan el canon y la cultura occidental deberían preguntarse si sus motivos no
se localizan dentro de esa escuela del resentimiento que tan bien ubicó Harold
Bloom en la que minorías con talentos medianos, ideologías políticas desfasadas
y envidiosos del éxito ajeno desean que ese pasado que tanto les recuerda su
falta de genialidad y talento desaparezca para que ellos puedan demostrar sus
mediocres y reivindicativos discursos, que por cierto nada tienen que ver con
la verdadera literatura.
Hay que ser honesto y reconocer nuestras limitaciones. No
se puede prohibir que alguien tenga una relación especial con lo sagrado
simplemente porque tú no la tengas, y no se puede tratar de destruir la
Cultura, con mayúsculas, e imponer un canon mediocre simplemente porque sabes
que no tienes el talento necesario para estar a la altura de los grandes. A
todos nos gustaría que el tiempo se midiera por nuestro nacimiento, pero para
eso hay que ser hijo de Dios o al menos escribir como un dios.
3 comentarios:
Has trenzado toda una serie de temas a los que me gustaría compartir reflexión : Evidentemente que es totalmente injusto la prohibición de cualquier tipo de símbolo religioso e incluyo vestimentas y demás signos externos. Esto forma parte de una manera de clasificar a las personas y si están en minoría, un mecanismo evidente de discriminación y una ilusoria protección contra “el otro”.
Pero(me puedo equivocar) lo que hay detrás de todo esto quizás no sea una “conspiración” de ateos, que como bien dices en la entrada con respecto a los creyentes, hay de todo. Uno con el tiempo acaba viendo mas bien el corazón de las personas que sus declaraciones de principios. En el fondo todos los discursos se articulan en este pandemonium del ciclo cósmico que nos ha tocado vivir. Es la edad de las sombras (el Kali Yuga de los hindúes, la edad degenerada del budismo, los últimos días del cristianismo...) época que abarca (en el caso de los dos primeros que son los que conozco mejor) a toda la historia conocida. No olvidemos, que al final del ciclo, tienen que aflorar todas las posibilidades de manifestación contenidas en el mismo, precaviéndose mucho de hacer predicciones en orden al tiempo de su cumplimiento ,lo que correspondería mas bien a una especulación que de manera consciente o no ,trabaja en los aspectos mas disolventes del ciclo.
El problema del cristianismo, como dice René Guenón (aclaro que no soy un guenonista militante) es la pérdida de la Iniciación, que al parecer, sí tubo lugar en la Edad Media. En ausencia de la misma ,creo que asistiremos a batallas que no dejan de ser parte de la misma moneda, aunque las iglesias Católica y Ortodoxas contengan los símbolos virtuales que las hacen aptas potencialmente para recibir el trasvase vivificante de la Tradición.
Por otra parte ,se me ocurre una observación que viene al hilo del relativismo. Decía un lama muy importante que nos aferramos a los aspectos mas o menos “ceremoniales” y explicaba como se asocia a una introducción a la naturaleza de la mente el ambiente sugeridor del incienso, aunque, venía a decir, esto es un prejuicio de la mente y el hedor de una rata muerta tampoco impediría el reconocerla (la naturaleza de la mente) que sería lo único no-relativo.
En cualquiera de los casos ,resalto el hecho que explica Guenón, de que tras una época efímera de materialismo, sobrevendrá una espiritualidad al revés, un intento de “cualificación” negativa .
Te dejo el enlace de dos cosas que te pueden interesar a ti o a tus lectores. No se si las conoces. Una es una revista académica de Alquimia. Se llama Azogue:
http://www.revistaazogue.com/
La otra es esta.
http://www.terra.es/personal/javierou/
Perdona el rollo y un saludo
Nima (Paco)
Prezada Ciléia, como conheceu o livro Relato de Prócula do romancista, poeta, dramaturgo e pintor W.J.Solha? Um abraço. Se estás no face entre em contato. Um abraço.
Querido Paco, perdone la demora en contestarte. circunstancias apremiantes me obligaron a imponerme el silencio virtual, pero quiero que sepas que le he tenido presente, en muchas ocasiones, y reitero, una vez más, mi deseo que dejes de ser anónimo, me gustaría conocerte.
gracias por todo mi amigo
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