UNA VISIÓN MUY PARTICULAR DEL PARAÍSO

jueves, 11 de junio de 2009



Querría compartir en este espacio una historia especial, para mí especialmente bella, la intersección definitiva en la historia de la espiritualidad.

En 1940 un clan de indígenas Tupi-Guaraníes emprendió una marcha histórica en busca del mito de la "Tierra sin Males", guiados por su jefe y sacerdote Miguel Venites. Partiendo desde el litoral sul de Brasil y siempre bordeando la costa, hacia el norte del país. La Tierra sin Males forma parte de la mitologia guaraní y significa la libertad compartida con la divinidad suprema, como su própio nombre lo dice. Para nosotros un mito, para ellos una realidad inconteste.
A la altura del estado de Sao Paulo um órgano de protección indígena los recogió en una comunidad donde estuvieron retenidos por más de 10 años hasta que, retomaron novamente la búsqueda bordeando el litoral. De esta vez, apenas 20 Guaraníes siguieron a Venites, los demás abandonaron las sagradas costumbres relajados por las facilidades de la reserva. Pero Venites falleció pronto, dejando a su mujer la responsabilidad espiritual y social de su pueblo.

Tatanti-Roa-Retée prosiguió hasta el litoral de Rio de Janeiro, dónde se quedaron por más 6 años. Esta segunda parada en la odissea de la Tierra sin Males se debió a que el segundo marido de Tatanti deseaba quedarse en Parati, pues lo creía suficientemente perfecto. Pero Tatanti sabia que la busca no había finalizado, y dejó a su segundo marido llamado Kuaraí, para cumplir lo prometido a Venites, de guiar su pueblo hacia el paraíso.
La marcha duró mas algunos años hasta que alcanzaron la costa de la Província de Espírito Santo, donde finalmente tuvieron el primer presentimiento de que alcanzaban su objetivo. La impresión fue confirmada cuando se encontraron con un grupo de Tupiniquins que allí vivían felices y satisfechos. Se quedaron con ellos hasta mediados de 1970, cuando fueron expulsos por una multinacional americana de celulosa que adquirió el terreno.

Después de más de 2 años de marcha por la Província otro órgano de protección, la FUNAI, vino a recogerlos en otra reserva local. Tatanti-Roa-Retée protestó contra la mudanza. Esta sacerdotisa de carácter firme era una perfecta guardiana de su gente y de su pureza racial, hasta el punto que paralisaba la marcha siempre que habia algun joven en condiciones de casarse. Buscaba entonces, en las reservas indígenas de alrededor otro joven también guaraní, y de este celo no escapó ni siquiera su hijo predilecto, Veramin, enamorado de una joven Tupiniquim. Los Guaraníes siempre se casan entre sí, y sólo hablan el Tupi, porque el portugués es proibido por su líder.

En 1976 escaparon a la vigilância de la FUNAI prosiguiendo la busca sagrada. La sorpresa fue cuando encontraron el antiguo jefe Kuaraí viviendo entre los Tupiniquins expulsados de la zona. Todos reunidos novamente, la líder religiosa tuvo la inspiración de que la Tierra sin Males se encontraba a pocos pasos de donde estaban, en una insólita e solitária floresta, cercada por el mar, en los terrenos pertenecientes a la multinacional.

Y aqui es la parte más bella de la história: en este brazo de tierra que solamente se puede alcanzar por barco, en el litoral del Espírito Santo brasileño, Tatanti conversó con Tupan y dio por encerrada su búsqueda.

El hombre blanco nunca ha pisado esta tierra, adquirida para alojar los animales expulsados de la inmensa selva natural utilizada para el cultivo de eucaliptos, materia prima de la celulosa.

La certeza de que la divinidad reside en esta porción de tierra es tan grande que várias veces se enfrentaron a contingentes policiales enviados a sacarlos de allí. Jamás permitirán que un profano pise tierra sagrada o invada el espacio dónde reside( literalmente) Tupan.

Debo confesar que no he vuelto a conocer tamaña demostración de fe y perseverancia.


Y la posibilidad, la mera posibilidad de que la existencia divina sea algo más que una metáfora me marcaron para siempre. Gracias Tatanti, por haberme devuelto la certeza más cara.

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LA ORDEN DEL ESPÍRITU SANTO - LA GLORIA DEL CARDO II

lunes, 8 de junio de 2009


La Orden del Espíritu Santo (Ordre du Saint-Esprit) fue, durante más de dos siglos y medio, una orden de caballería prestigiosa al servicio de la Monarquía Francesa entre 1578 y 1791, y de 1814 a 1830. Su importancia y prestigio fue grande en Europa hasta el punto de figurar entre otras prestigiosas ordenes de caballería de primer rango como la del Toisón de Oro (fundada en Borgoña en 1430) y la de la Jarretera (fundada en Inglaterra en 1348).

Cuando el rey Enrique III de Francia -último representante varón de la Casa de Valois-Angulema- fundó la Orden del Espíritu Santo, cuyo doble objetivo era el de honrar a Dios y reunir entorno al trono a un buen número de caballeros leales a la Corona, en un intento de poner en jaque a los miembros de la Liga concentrados en torno al Duque de Guisa, su rival que le disputaba el poder y acariciaba la idea de destronarle y coronarse rey.
También respondía a la necesidad del rey de crear una orden que sustituyera la de San-Miguel, creada por Luis XI en 1469, y cuyo desprestigio se había producido por una concesión indiscriminada hasta el punto que muchos grandes señores habían rechazado recibirla, a lo largo del siglo XVI.
La fundación de la orden se produjo el 31 de diciembre de 1578, día del Pentecostés, por la que el rey sentía gran devoción, y en recuerdo a su ascención como rey de Polonia (11 de mayo de 1573) y finalmente como rey de Francia (30 de mayo de 1574).

Enrique III dispuso que la vieja Orden de San-Miguel fuera integrada en la nueva orden creada por él, quedando patente en la cruz de ocho puntas con su anverso decorado con la paloma blanca que simboliza el Espíritu Santo, y con su reverso decorado con la figura del Arcángel San Miguel abatiendo al Demonio.

Sin embargo, la Orden de San-Miguel se siguió concediendo a eminentes figuras de las Bellas Artes y Letras de Francia, y a sus receptores se les conocían como "Caballeros del Cordón Negro", ya que la banda de la Orden creada por Luis XI era de muaré negro desde el 12 de enero de 1665. Mientras que a los caballeros de la Orden del Espíritu Santo se les conocía como "Cordon Bleu" (cordón azul), puesto que la banda era de muaré azul.

Inicialmente reservada a los más altos dignatarios del reino, fue el primer monarca de la Casa de Borbón, Enrique IV, quien permitió a un restringido número de monarcas y grandes señores extranjeros de confesión católica a ingresar en la orden. Un impuesto específico conocido como Marco de Oro, fue instaurado para financiar las necesidades de la Orden cuya sede se situaba en el Convento de los Grandes Agustinos en París. Su divisa era: "Duce et Auspice".
Suprimida en 1791, durante la Revolución Francesa, junto con otras órdenes de caballería, la Orden del Espíritu Santo fue restablecida en 1814 por el rey Luis XVIII y definitivamente abolida por Luis-Felipe I en 1830.
Pese a todo, siguió siendo llevada y concedida por diversos pretendientes al trono de Francia.


Organización


La Orden era dotada de la personalidad moral, lo que permitía al soberano utilizarla para levar préstamos. La dirección era reservada al rey, único soberano y gran maestre de la Orden. Su administración era confiada a varios oficiales, siendo los más importantes los comendadores. Se distinguían varias clases entre sus miembros:
-los Caballeros: no rebasaban el centenar, siendo escogidos entre la más alta nobleza del reino. El rey podía escoger teóricamente a cualquier noble que pudiera dar pruebas de tres grados de nobleza (eso es, tres generaciones nobles en sus ascendencias paternas y maternas); los de nobleza de reciente creación eran naturalmente excluídos. Para ser caballero de la Orden del Espíritu Santo, se tenía que pertenecer previamente a la Orden de San-Miguel -integrada en la del Espíritu Santo desde el reinado de Enrique III-. Por ello, generalmente, se conocían a los caballeros de la Orden del Espíritu Santo como "Caballeros de las Ordenes del Rey".
Entre los agraciados, se cuentan a innumerables miembros de las familias ducales francesas.

-los Comendadores: eran ocho eclesiásticos. La Orden debía contar en su orígen con cuatro cardenales o arzobispos y cuatro obispos, aunque esta disposición no siempre fue respetada a rajatabla. El Gran Limosnero de Francia era comendador-nato de la Orden y, por tanto, no era tomado en cuenta entre los ocho comendadores. Los comendadores, por su pertenencia al Clero, no podían ser Caballeros de la Orden de San-Miguel.
-los Comendadores-oficiales: se trataba de los cuatro altos oficiales de la Orden, como los caballeros y también eran Caballeros de la Orden de San-Miguel. Los cuatro comendadores-oficiales eran:
-el Canciller y Guardián de los Sellos.
-el Preboste y Maestro de Ceremonias.
-el Gran Tesorero.
-el Secretario.
Para éstos no existía condición alguna de nobleza, por lo que el rey podía utilizar esas funciones para honrar a personas de nobleza reciente o de nuevo cuño. Los ejemplos más conocidos fueron los ministros Colbert y Le Tellier, o el rico financiero Antoine Crozat, titular del marquesado du Châtel creado para él por Luis XIV, y que fue Gran Tesorero de la Orden. Estos cargos podían, sin embargo, ser ejercidos por los caballeros o comendadores eclesiásticos. Por tradición y remontando a Guillaume Pot de Rhodes, el Preboste y Maestro de Ceremonias debía demostrar sus ascendencias nobles como los caballeros.






La insignia de la Orden se asemeja a la célebre Cruz de Malta, de cuatro brazos y terminados en ocho puntas. Entre los cuatro brazos de la cruz, una flor de lis. En el centro, una paloma con las alas desplegadas y la cabeza mirando hacia abajo.

Durante las ceremonias, la cruz de los oficiales y de los comendadores-oficiales era colgada a un collar de oro y esmaltes, cuyos eslabones unían diferentes motivos intercalados: flores de lis, monograma real coronado del rey Enrique III y Trofeos de Armas. Pero, por norma, la cruz solía colgar de una amplia cinta de muaré azul cielo llevada al cuello.

Los caballeros llevaban dicha cinta en bandolera, cruzándoles el torso de derecha a izquierda, y anudada a la cruz a la altura de la cadera.

Por otro lado, tanto caballeros como comendadores llevaban una gran cruz del Espíritu Santo bordada en hilo de plata o lentejuelas y cosida sobre el pecho, a la altura del corazón.

Durante las solemnes ceremonias, los caballeros revestían el gran manto de terciopelo negro sembrado de llamas bordadas en plata cosidas, y bordeado por motivos que reproducían los del gran collar, y doblado de satén color "fuego" -naranja-.

Los novicios, aspirantes a caballeros de la Orden, solían llevar un jubón de seda y satén blanco combinado con encaje de hilo de plata, corbata de encaje, calzones cortos, medias de seda y jarreteras blancas, con zapatos blancos de punta negra y tacón rojo (el tacón rojo era privilegio de los reyes, príncipes y duques y pares del Reino), completado por una capa corta de terciopelo negro con encaje de plata y sombrero negro a juego y emplumado.






El Delfín y los Infantes de Francia eran Caballeros de la Orden por derecho de nacimiento pero no podían ser recibidos oficialmente hasta cumplir los doce años de edad. Los Príncipes de la Sangre eran admitidos a los 16 años y los Príncipes extranjeros a partir de los 25.

Para el resto de los caballeros y dignatarios de la Orden, era menester tener más de 35 años de edad para ingresar en ella. Las mujeres eran naturalmente excluídas.

Celebraciones

La primera ceremonia solemne de la Orden se produjo en su sede, la Iglesia de los Grandes Agustinos de París, el 31 de diciembre de 1578, fecha de su fundación. Se celebraba anualmente y con toda la pompa que aquello acarreaba: reunión, celebración de una misa, recepción de los nuevos caballeros, juramentos, procesión y banquete.

Es a partir del reinado de Luis XIV cuando se fija una nueva fecha para las ceremonias anuales: el 1 de enero. Con el traslado de la corte y de la Familia Real a Versailles, las celebraciones de la Orden acontecen, a partir de aquel momento, en la Capilla Real de San-Luis de Versailles.

Cuando el Rey imponía el gran collar al caballero, en el momento de la recepción, se le daba también un libro de horas y un rosario con cuentas de marfil, y la obligación implícita de recitar diez oraciones cada día.

Los Reyes Grandes Maestres:



-Enrique III, Rey de Francia, de 1578 a 1589.

-Enrique IV, Rey de Francia y de Navarra, de 1589 a 1610.

-Luis XIII, Rey de Francia y de Navarra, de 1610 a 1643.

-Luis XIV, Rey de Francia y de Navarra, de 1643 a 1715.

-Luis XV, Rey de Francia y de Navarra, de 1715 a 1774.

-Luis XVI, Rey de Francia y de Navarra, de 1774 a 1791.

Supresión de la Orden del Espíritu Santo entre 1791 y 1814 por decreto de la Asamblea Nacional.

-Luis XVIII, Rey de Francia y de Navarra, de 1814 a 1824.

-Carlos X, Rey de Francia y de Navarra, de 1824 a 1830.

Abolición de la Orden por Luis-Felipe I, Rey de los Franceses en 1830.




ARNAU LUCAS - RETRATOS DE LA HISTORIA

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ALEJANDRO DE VALOIS - LA GLORIA DEL CARDO



Alejandro Eduardo de Valois, coronado Enrique III de Francia, hijo adoptivo predilecto de la bruja Catalina de Médicis, pasaba por ser el hombre más apuesto y voluble de todo el Reino. Sus largos rizos castaños caían en cascadas por su manto blanco de bordados dorados y sus manos igualmente albas diseñaban volteretas espaciadas en el aire con un pañuelo de gasa encharcado de esencias venecianas descubiertas en su último viaje de placer.
Los bellos ojos oscuros apenas giraban en las órbitas con el zambullido interrumpido del Salón. Canseliet, secretario particular de su primo y cuñado Enrique de Navarra actualizaba el Monarca en las fechorías de Hercule, su hermano menor aliado de su peor enemigo, el baluarte de la Cristiandad Romana, el tercer Enrique, apodado cara cortada, de Guise. Pero Alejandro, bajo el aburrimiento mortal que le causaban la Política francesa y por supuesto las Religiones en general, detalle compartido con el segundo Enrique, disponía de un mundo interior riquísimo, efervescente, felizmente oculto, donde se refugiaba de la estupefacción exterior. En este mundo, influenciado en gran medida por Catalina, la melancolía imperaba con sus signos flamantes dibujados en un corazón de pergamino. Pensar en Catalina era recordar à Petit Junot, su ángel favorito, tan rubio, tan ingenuamente bello, cuanto se arrepintió de no haberlo llevado à Polonia consigo, ahora, ni Polonia ni Petits, Catalina casi los sacrifica à todos con el Jacobino apóstata, mil veces maldito. Cuando Carlos agonizaba de una dolencia incurable, el Jacobino le sugirió recurrir à la necromancia, en especial el “oráculo de la cabeza cortada”cuya operación exigía la decapitación de niños dotados de gran belleza y inocencia. Al ver su grupo de ángeles tan reducido le informaron que Catalina se los llevaba siempre à medianoche y en secreto para la capilla del palacio a tomar la primera confirmación y después, en la habitación del agonizante se celebraba una especie de misa del diablo, delante de una de sus imágenes y en presencia de una cruz inversa, el hechicero preparaba dos hostias, una negra y una blanca. La blanca era dada al niño vestido de bautismo, acto seguido les separaban la rubia cabecita del tronco tantas veces amado y aún palpitante de vida colocada en cima de la hostia negra, convocando al demonio que se dignase proferir un oráculo a través del instrumento dispuesto. El oráculo no salvó al entonces Rey de Francia y él la perdonó entonces, no era acaso el producto igualmente fiel al original?
El bullicio que anticipaba un anuncio en el gran salón interrumpió sus pensamientos y el extendido informe de Canseliet que no era escuchado muy atentamente.
El anuncio de que se presentaba un tal Jordanus Brunus Nolanus, Maestro en Filosofía y Artes no contribuyó à disminuir las innumerables chácharas que se reproducían casi al unísono dentre los más variopintos grupos. Súbitamente, el vocerío acalló y Alejandro levantó la vista intrigado: en medio del salón se había detenido la figura más rocambolesca si cabe de su entorno, la capucha negra del hábito dio paso à una mata de pelo igualmente negro y ondulado que molduraban unos ojos de fuego posados fijamente en el Rey.
Pasado el susto de la aparición del monje, Alejandro sacudió el pañuelo en su dirección invitando-o:
- Ah, Maestro Bruno! Adelante, me contenta que hayáis accedido à mi invitación!
El monje negro adelantó unos pasos y hizo una reverencia corta, detalle que no le escapó à nadie.
- Maestro, sus vestimentas me despiertan inquietud y curiosidad, si me puede ayudar…
El tono jocoso del Rey no logró avergonzar al monje que le replicó amablemente:
- No soy un apóstata Majestad, mis circunstancias me superaron pero no las reniego en absoluto. Fue monje dominico y ahora sólo soy un humilde Maestro de Artes.
- Y, corren rumores que son malas artes Maestro, o al menos muy extrañas. Sois adorado por vuestros alumnos, la Universidad teme vuestra reputación y las Academias comparten las más diversas opiniones, de modo que tales controvérsias llegaron a mis oídos. Deseo conoceros y formar mi propia opinión, si le parece bien. Creo que es mi derecho saber quién acapara las atenciones debidas solamente à mí.
Las carcajadas resonaron con el relajamiento decurrente de las últimas palabras del Monarca pero el Monje no pareció inmutarse. Hizo otra corta reverencia y aguardó.
Alejandro fijó la mirada en Bruno y habló de esta vez en un tono que no tenía nada de gracioso: - He oído que sois un Mago Maestro Bruno…
- En que sentido Majestad?
- Vaya Maestro, no sabía que había más sentidos que los sugeridos por la palabra. Nuevamente se oyeran risas.
- Su fama lo ha precedido desde Toulouse, Maestro Bruno, resta saber en que sentido eres Mago y en que tipos de Magias eres versado. Eres capaz de destilar las más bravas esencias en los más ricos afrodisíacos? Eres versado en la ilustre ciencia de la Astrología? Posees el secreto alquímico de la transmutación de los metales? Quizás el don de las videncias le sea natural? O quizás, detén en su poder algún oscuro relicario que le confiere su ciencia tan famosa? Por cual explicación te decantarías Maestro?
El monje escuchó cabizbajo y con las manos cruzadas en el vientre en actitud de serena comprensión. Cuándo percibió que tenía la palabra alzó la vista y una tibia sonrisa se le dibujó en las fauces, hizo un gesto circular con la mano derecha y su figura mediana pareció alzarse portentosamente.
- Permítame aclarar tan grandiosa duda Majestad; vuestra lista me quedaría pequeña. Mi arte es universal y su ciencia es como un crisol que recibiendo el influjo da preciosa scintilla expande sus colores en las más infinitas direcciones.
El Rey se movió sorprendido: - Insinúa que eres un crisol, Maestro Bruno, o más bien, una crisálida, talvez?
Se oyeron nuevamente ricitos ahogados, pero a pesar del tratamiento dado al visitante mitad del salón se mostraba insólitamente quieta, à espera del desenlace dialéctico, como en un ágora.
En la fisonomía del monje no se apreciaban ni una señal de incómodo. Las manos volvieran a su sitio y mantenía los muslos aparentemente relajados. Parecía divertirse con la disputa y diría más, parecía no percibir la alternancia de bullicio y silencio a su alrededor. Sus ojos continuaban serenamente fijos en el Rey.
- La crisálida es un símbolo de transformación a nivel natural, Majestad, en el reino de la Luz operan muchas de ellas y se hacen llamar ‘Alquimistas’, los que transforman; su gloria es efímera pero su influencia permanente. Su deber es ampliar el rayo de esta influencia lo máximo posible, como el crisol reflejado por la scintilla.

Ahora sí el silencio imperaba absoluto, el roce de los vestidos exageradamente adornados apenas se distinguía. La legendaria guardia personal de los cuarenta e cinco asomó nerviosamente por el arco a ver que sucedía y allí se quedó. Canseliet se dio cuenta que hacía rato apretaba el corazón con el puño sin saber porque y se incorporó.
Alejandro Eduardo con un semblante inesperadamente abatido conspiró con el silencio decepcionando à quienes esperaban el reinicio del insólito debate. Entonces se levantó lentamente dejando escurrir el precioso manto dorado en el sillón:
- Reconoces ser uno de estos Alquimistas Maestro? Puedo saber a que juegas “transformar”?

- Únicamente los sueños, Príncipe de Justicia.
- Porque los sueños?
- Porque es la materia que debemos sublimar, la piedra a ser transmutada, la puerta definitiva. Una vez atravesado el umbral de esta puerta ya nada es igual, aquí somos el reverso de allí, y allí el reverso de aquí, las respuestas à todas las preguntas, pero no la interrogación última.
¿Quién guarda la puerta?
¿El que mira hacia delante y hacia atrás.



Libro Spiritu Peregrino






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Clavis Magna


Los 3 poderes

"...Amor, Memoria, Mathesis. Estos tres. Y el más grande de todos es el Amor. Por medio de la Mathesis, reducir la infinidad a categorías naturales de sentido y de orden, y crear sellos que son las almas secretas de sus complejidades. Por medio de la Memoria albergar en nuestro interior esos sellos y abrirlos a voluntad, recorrer el mundo de nuestro interior en cualquier dirección, combinar y volver a combinar la materia que la constituye y hacer con ella cosas nuevas nunca vistas hasta entonces. Y por medio del Amor, dirigir el alma hacia los mundos conquistándolos al tiempo que nos sometemos a ellos, ahogarse en la infinitud sin ahogarse:
el Amor necio y astuto, el Amor paciente y obstinado, el Amor dulce y fiero."

Giordano Bruno.

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