Cartas sobre la educación estética del hombre, de Schiller
jueves, 23 de abril de 2009
Al joven amante de la verdad y de la belleza que me preguntara cómo satisfacer el noble impulso de su corazón, aún teniendo en contra todas las tendencias de su siglo, le contestaría: imprime al mundo en el que actúas la orientación hacia el bien, y ya se encargará el ritmo sereno del tiempo de completar ese proceso.
Esa orientación se la das cuando, instruyéndole, elevas sus pensamientos hacia lo necesario y hacia lo eterno, cuando mediante teus hechos o tus creaciones, conviertes lo necesario y eterno en objeto de sus impulsos. Caerá el edificio de la locura y de la arbitrariedad, ha de caer, cae tan pronto como estés seguro de que se tambalea; pero ha de derrumbarse en el interior del hombre y no sólo en su exterior.
Engendra la verdad victoriosa en el pudoroso silencio de tu alma, extráela de tu interior y ponla en la belleza, de manera que no sólo el pensamiento le rinda homenaje, sino que también los sentidos acojan amorosamente su aparición. Y para que la realidad no te imponga un modelo que tú has de darle, no te arriesgues entonces a aceptar su sospechosa compañia hasta no estar seguro de albergar en tu corazón un ideal que te sirva de escolta.
Vive con tu siglo, pero no seas obra suya; da a tus coetáneos aquello que necesitan, pero no lo que aplauden.
F. SCHILLER.
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